A escasos meses de las elecciones presidenciales el panorama político sigue confuso.
Por un lado, la Presidente aún no ha confirmado su candidatura, aunque esta se da por descontada por una simple razón: si ella no fuera la postulante ya se debería estar trabajando en otro figurón que asegure los votos, Scioli, por ejemplo, y no mucho más.
Podríamos pensar que, a pesar de la atronadora plegaria obsecuente de Carta Abierta y demás personajillos, el kirchnerismo es bastante pobre, toda vez que no tiene figuras de peso más allá de la viuda y la única que tiene - paradojas mediante - no sería, según la comidilla de los comentaristas políticos - del agrado de la pequeña corte cristinista: Daniel Scioli.
Al parecer, el antiguo vicepresidente de NK y actual Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, tendría los votos necesarios para esta elección o para el 2015. Cosa curiosa, a Scioli, siendo el mandamás de la más importante provincia argentina, se lo nombra bien poco, quiero decir, se lo analiza bien poco. Poco o nada se habla de su actuación como gobernante, sólo se lo sindica como una alternativa para enfrentar al kirchnerismo - últimamente ya descartada - o como un moderado que, andando el tiempo, llegaría a la primera Magistratura cuando el ciclo de Cristina se acabe. Más o menos así.
Qué curioso. Scioli es alguien que no subyuga por su intelectualidad ni por algún tipo de compromiso ideológico. Poco se sabe de sus ideas, si es que las tiene. Sus expresiones, desde hace tiempo, desde que era menemista y polemizaba - es una manera de decir - con Chacho Alvarez en el programa de Mariano Grondona, siempre son insípidas, balbuceantes, su discurso es un manual de buenos modales al estilo de Pancho Maturana, conciliador, políticamente correcto, dialoguista, o al menos eso se pretende.
La realidad no es tan así y bien lo demuestra Verbitsky en sus artículos en Página 12.
Sin embargo este personaje indefinido, casi andrógino, cuenta con un caudal de votos importantes. ¿Será verdad? ¿O una simple ilusión óptica?
A pesar de que Verbitsky suele llamar a Cobos el Gardiner mendocino, en homenaje al célebre tonto representado por Peter Sellers, yo creo que la definición se ajusta más a Scioli, alguien que no se compromete, que quiere quedar bien con Dios y con el Diablo y que, en el fondo, tira, como la cabra, hacia el monte de la derecha moderada, si se permite esta absurda consideración.
Y hablando de la derecha: ¿Qué o quienes son, realmente, la derecha?
Creo que sobre la filiación del Ing. Macri no caben dudas.
Pero los espantapájaros de la primera foto: El Padrino Duhalde, Felipe II Solá, el amigote de los alienígenas Rodríguez Saá y "quítame de allí unos votos" Das Neves, ¿no son, también ellos, la derecha más recalcitrante?
A mi humilde entender este asunto de la derecha sí o la derecha no viene mal encarado. Según la actualidad política, representada en su imaginario por las vertientes opositoras - La Nación, Clarín y otros - u oficialistas - Página 12, Tiempo Argentino, 6 7 8 y otros, además de la inédita proliferación de blogs kirchneristas - el Gobierno sería progresista, o sea de izquierda, Ricardito Alfonsín, Pino Solanas, el GEN de Margarita Stolbizer - magnífico ejemplo de asociación mantenida en el tiempo para un binomio sostenido a puro marketing - y el socialismo serían la izquierda.
El resto, la derecha.
El mal menor
Para los humoristas de la Revista Barcelona, la única publicación política seria del país, Cristina, con todos sus defectos, representa el mal menor. Eso se desprende, específicamente, de las ingeniosas respuestas de su nutrido correo de lectores.
Estamos fritos.
Es una verdad a medias. Desde luego que si comparamos a Cristina con Duhalde, amigo de represores y torturadores, la Presidenta pasa a ser Rosa Luxemburgo, pero, ¿por qué estamos obligados a pensar en estos términos? ¿Qué urgencia nos obliga a considerar las cosas sí? ¿A resignar ideas - si es que las tenemos - para que las cosas no se pongan peor de lo que están?
Lo cierto es que el famoso modelo con inclusión social que pregona el Gobierno no es otra cosa que la revisitación del antiguo ideario peronista del 45, actualizado. No quiero pecar de gorila, que no lo soy, pero antes Evita repartía pan dulce y ahora Cristina reparte netbooks. El asunto es repartir. Pero, ¿qué es lo que se reparte?
Las sobras.
Obsérvese, aún en personas pensantes, el complejo dilema que representa este asunto del mal menor. El filósofo Ricardo Foster, de Carta Abierta, lo resume así:
Me hice kirchnerista por espanto. Sentí espanto por la clase media bienpensante que construía una versión racista y prejuiciosa de la realidad. (ver nota)
Esta apreciación de Foster, no discutible porque es de uso personal, nos muestra el actual estado de situación y lo poco criterioso de los conceptos políticos e ideológicos resultantes. Sentir espanto por la clase media bienpensante no es un punto de partida ideológico.
Quiero aclarar el concepto: la ideología es un conjunto de premisas que sostienen una acción política o social. No hay ideología sin una mirada abarcadora, sin someter la voluntad a la ansiedad. Gramsci no se pasó 10 años en la cárcel jugando a la batalla naval sino construyendo una filosofía política, al margen de las circunstancias italianas del momento - Mussolini y anda mais -.
Pero hoy, para la vocinglería mediática, la elección de octubre representa una puerta abierta al abismo. Debe ser así, porque los dos bandos lo dicen todo el tiempo.
Los actores políticos de hoy, de este hoy argentino, han cedido, ya sean oficialistas u opositores, a un conjunto de vaguedades, de inocuidades que, en el fondo, sólo encubren un profundo desprecio por el pueblo. No hay militancia real - y no me jodan con La Cámpora -, no hay un verdadero estado de movilización, actores que deberías ser absolutamente secundarios, pueden fulgurar por meses - Cobos, el Alberto, Sanz, Sabatella, el ultraderechista rabino Bergman, etc, etc - y luego desaparecer sin que las aguas del proceloso mar argentino se den por enteradas.
Banalidad a ultranza
En un reportaje a Perfil, el 29 de julio de 2007, Hermes Binner, Gobernador de Santa Fe y presidenciable - dicen - asegura que Macri va a hacer un buen gobierno en la ciudad de Buenos Aires (ver nota)
—¿Qué pálpito tiene: gobernará bien o gobernará mal?
—Creo que va a mejorar la Ciudad, la va a ordenar.
Creo que todos sabemos que, de socialista, el Partido Socialista sólo tiene el nombre, pero ¿es posible aseverar semejante cosa por el sólo hecho de ser bien pensante? ¿Serán este tipo de expresiones las que hacen que Ricardo Foster sea kirchnerista? El propio Binner, en el mismo reportaje, halaga al Primer Ministro francés, Sarkozy.
—La política de Sarkozy ha sorprendido mucho porque se lo imaginaba como una persona de gran dureza y una falta de diálogo total pero incorpora gente que no pertenece a su línea ortodoxa.
Pensemos un poco: ¿existen consideraciones morales o ideológicas cuando se dicen cosas como estas? ¿Es Sarkozy una referencia para Binner? De lo que Binner dice no puede inferirse otra cosa. Y, en la superficie que suele arrojarse al fondo, lo que Binner dice es muy simple: el pueblo debe dejar que los dirigentes arreglen los asuntos de manera pragmática, como Sarkozy. Y si hay que bombardear a alguien, bueno, no hay más remedio.
Menciono a Binner porque su imagen es la de un hjombre serio y respetable, discordante con los Aníbales Fernández o las Elisas Carrió, pero, ¿qué es lo serio de Binner?
Viene a mi memoria un famoso aforismo de Lichtenberg:
A lo más a lo que puede llegar un mediocre es a descubrir los errores de quienes lo superan.Imprimir
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