Juan Carlos Paz fue una de las figuras más importantes de la música artística argentina. Se puede decir que hay un antes y un después de Paz.
Para entender esto es necesario especializarse bastante en el concepto de música artística, mal llamada académica o culta.
Mal llamada académica porque las academias fueron un fenómeno típicamente renacentista y su incidencia en el desarrollo musical estuvo restringido a un período para luego ofrecer, como todas las academias, resistencia a los cambios devenidos por obra y gracia del espíritu.
Justamente, Paz era antiacadémico, o, como él mismo decía: academicida.
Para vincularnos con la realidad musical de nuestro país es conveniente leer el libro de Paz Introducción a la Musica de nuestro tiempo, compendio interesantísimo acerca de la musica del siglo XX y su desarrollo.
Pero, párrafo aparte merecen las consideraciones que Paz vierte acerca de la música en la Argentina, duras pero argumentadas y tan vigentes hasta la actualidad.
Como todo renovador, Paz fue combatido cruelmente por el conservadurismo musical argentino, expresado de la manera mas elocuente por la Asociación Argentina de Compositores, especie de parque jurásico de la intelectualidad musical argentina. Si esta entidad obraba asì en 1920 y siguientes décadas, qué queda para la actualidad, como puede apreciarse en su lamentable sitio: http://welcome.to/compositores
Superada gran parte de esta etapa de formación y conciencia profesional, cerca de la década del sesenta, la oposición a Paz se cristalizaría a través del gatopardismo del compositor Alberto Ginastera, supuesto impulsor del Instituto Di Tella, en realidad, expresión pseudo renovadora financiada por la Fundación Rockefeller y promotora de eventos que poco o nada tenían que ver con la formación de una conciencia artística argentina, limitándose a la copia frívola de las tendencias a la moda en Europa o Estados Unidos.
(Nota: Y qué bien lo retrata Pino Solanas, en La hora de los hornos, en el pasaje donde se escucha la voz de Mujica Láinez, un discurso casi obsceno)
Nada más alejado en la prédica de Paz que una cerrazón nacionalista evocadora del gaucho o de los símbolos patrios y el folklorismo escolar de compositores como López Buchardo, Ginastera, Pascual Grisolía o el recientemente fallecido Roberto García Morillo, profesores metidos a artistas, sino a la construcción de una identidad propia a la par de los tiempos y con los medios de esos mismos tiempos.
Como el mismo Paz señala, acerca de los músicos argentinos desde el 20 hasta el 60: en la època de la mùsica serial, la electrònica, la mùsica aleatoria y los medios electroacùsticos, aùn escriben en escala pentàfona y añoran la quena y el tamboril.
Muerto Paz en 1971 y ocultado celosamente por los descendientes de Ginastera, el panorama musical argentino revela la misma falta de raigambre y formación que denunciara en sus escritos y la misma condición de paria y autista en su relación con el público.
Pero no resulta así - y en esto, Ginastera era un maestro - en lo que hace a la obtención de becas, subvenciones y cocardas, también, al decir de Paz: especie de ping pong entre colegas burocráticos hecho con trampas a la posteridad.
Quien quiera acceder a Paz debe leer sus tres libros de memorias, la Introducciòn a la Música de Nuestro tiempo (Ediciones de la Flor) o el sorprendente compendio La música en los Estados Unidos y Arnold Schoenberg o el fin de la era tonal (Nueva Visión, Buenos Aires, 1958).
Este brevísimo e incompleto resumen inicial dará paso a algunas otras entradas acerca de la música contemporánea en la Argentina, su crítica, sus exponentes y demás yerbas.
Se tratará de rescatar lo que vale, la excepción, y de justipreciar el resto.
Para entender esto es necesario especializarse bastante en el concepto de música artística, mal llamada académica o culta.
Mal llamada académica porque las academias fueron un fenómeno típicamente renacentista y su incidencia en el desarrollo musical estuvo restringido a un período para luego ofrecer, como todas las academias, resistencia a los cambios devenidos por obra y gracia del espíritu.
Justamente, Paz era antiacadémico, o, como él mismo decía: academicida.
Para vincularnos con la realidad musical de nuestro país es conveniente leer el libro de Paz Introducción a la Musica de nuestro tiempo, compendio interesantísimo acerca de la musica del siglo XX y su desarrollo.
Pero, párrafo aparte merecen las consideraciones que Paz vierte acerca de la música en la Argentina, duras pero argumentadas y tan vigentes hasta la actualidad.
Como todo renovador, Paz fue combatido cruelmente por el conservadurismo musical argentino, expresado de la manera mas elocuente por la Asociación Argentina de Compositores, especie de parque jurásico de la intelectualidad musical argentina. Si esta entidad obraba asì en 1920 y siguientes décadas, qué queda para la actualidad, como puede apreciarse en su lamentable sitio: http://welcome.to/compositores
Superada gran parte de esta etapa de formación y conciencia profesional, cerca de la década del sesenta, la oposición a Paz se cristalizaría a través del gatopardismo del compositor Alberto Ginastera, supuesto impulsor del Instituto Di Tella, en realidad, expresión pseudo renovadora financiada por la Fundación Rockefeller y promotora de eventos que poco o nada tenían que ver con la formación de una conciencia artística argentina, limitándose a la copia frívola de las tendencias a la moda en Europa o Estados Unidos.
(Nota: Y qué bien lo retrata Pino Solanas, en La hora de los hornos, en el pasaje donde se escucha la voz de Mujica Láinez, un discurso casi obsceno)
Nada más alejado en la prédica de Paz que una cerrazón nacionalista evocadora del gaucho o de los símbolos patrios y el folklorismo escolar de compositores como López Buchardo, Ginastera, Pascual Grisolía o el recientemente fallecido Roberto García Morillo, profesores metidos a artistas, sino a la construcción de una identidad propia a la par de los tiempos y con los medios de esos mismos tiempos.
Como el mismo Paz señala, acerca de los músicos argentinos desde el 20 hasta el 60: en la època de la mùsica serial, la electrònica, la mùsica aleatoria y los medios electroacùsticos, aùn escriben en escala pentàfona y añoran la quena y el tamboril.
Muerto Paz en 1971 y ocultado celosamente por los descendientes de Ginastera, el panorama musical argentino revela la misma falta de raigambre y formación que denunciara en sus escritos y la misma condición de paria y autista en su relación con el público.
Pero no resulta así - y en esto, Ginastera era un maestro - en lo que hace a la obtención de becas, subvenciones y cocardas, también, al decir de Paz: especie de ping pong entre colegas burocráticos hecho con trampas a la posteridad.
Quien quiera acceder a Paz debe leer sus tres libros de memorias, la Introducciòn a la Música de Nuestro tiempo (Ediciones de la Flor) o el sorprendente compendio La música en los Estados Unidos y Arnold Schoenberg o el fin de la era tonal (Nueva Visión, Buenos Aires, 1958).
Este brevísimo e incompleto resumen inicial dará paso a algunas otras entradas acerca de la música contemporánea en la Argentina, su crítica, sus exponentes y demás yerbas.
Se tratará de rescatar lo que vale, la excepción, y de justipreciar el resto.
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