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Vimos a papá, con la caja bajo el brazo, cuando el micro destartalado de Cosme doblaba, ya, por el recodito que enfila hacia el puente, camino a la escuela. El Bichu intentó abrir la ventanilla para gritarle algo pero, el pobrecito, a sus cinco años, no contaba con la fuerza suficiente para vencer el desvencije general de este único vehículo que, por unos pocos pesos, nos llevaba hasta la escuela, distante una legua de las casas. De todos modos, era seguro que mi padre había visto el micro pero, fiel a su costumbre, siguió de largo como si no existiéramos. Mecha y yo estábamos acostumbradas a su forma de ser, pero, el Bichu se amorriñó, como siempre, en el asiento, y no conseguimos que hablara hasta que, más tarde, nos encontramos en el primer recreo, junto a los alambres, tirándoles piedras a los chanchos de los Ercole, que se habían aventurado más lejos de lo que estábamos dispuestas a permitirles. Esta vez, y a modo de compensación, dejamos que el Bichu también les tirara piedras aunque corriera el riesgo de recibir una hondada del Jacinto, el menor de los Ercole que, encaramado en el quincho de las máquinas, esperaba los recreos para divertirse haciendo puntería contra nosotras. Pero, esta vez, el Jacinto no apareció y nos quedamos mirando hacia el quincho hasta que la maestra nos llamó y nos comimos una zaranda por no escuchar la campana. A la salida de la escuela le expliqué al Bichu que, seguramente, papá no nos había visto, que no se pusiera triste y que, en una de ésas, había alguna sorpresa cuando llegáramos a la casa. El Bichu me miró con los ojos bien abiertos y se puso colorado de vergüenza y, en el colectivo de Cosme, no dejó de mirar por la ventanilla, inquieto y ansioso por llegar. Cuando entramos en la casa, ya atardecido, nos dimos cuenta de que mis padres se habían peleado. Mamá cocinaba con un desparramo de cacerolas y papá estaba encerrado en su pieza, seguramente hasta el día siguiente. Siempre era así. Cuando mamá se ponía a cocinar temprano era porque se habían peleado, porque papá había estado con la Nucha.
- Esa puta - decía mamá.
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