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Un senador italiano, de profesión filósofo, Marcello Pera, escribió una carta al Corriere della Sera reflexionando sobre los ataques del laicismo (sic) al Papa Benedicto XVI (ver). Dice el esclarecido filósofo, al comienzo de su carta:
Está en curso una guerra. No precisamente contra la persona del Papa ya que, en este terreno, es imposible. Benedicto XVI ha sido convertido en invulnerable por su imagen, por su serenidad, su claridad, firmeza y doctrina. Basta su sonrisa mansa para desbaratar un ejército de adversarios.
He aquí el rostro benévolo y la sonrisa mansa del Papa Nazi. La verdad, don Marcello, como argumento filosófico parece poco convincente. Y si no, mire estas angelicales sonrisas, que conocemos muy bien:
¿No son encantadoras? Pero siguiendo con el filósofo y su carta, dice:
Es increíble que, sobre todo en Alemania, mientras se golpea continuamente el pecho por el recuerdo de aquel precio que ella infligió a toda Europa, (por el nazismo, bien apoyado por la Iglesia Católica) hoy, que volvió a ser democrática, olvide y no comprenda que la misma democracia se perdería si se aniquilase el cristianismo.
¿Cómo? ¿Que la democracia se perdería si se aniquilase al cristianismo? Vaya, vaya, no sabía que catolicismo - no cristianismo - y democracia se llevaban tan bien. Bastaría un somero repaso a las posiciones históricas de la Iglesia y de sus voceros oficiosos para entender que eso es una mentira absoluta. Busquemos, busquemos. Ah, acá, muy cerca, en nuestra propia tierra. Fíjense lo que opina un católico convencido acerca de la democracia:
La democracia, pues, tiene una perversión intrínseca. Pervierte a la República. b) que si tergiversando y “olvidando la profunda sabiduría del lenguaje tomista se quiere usar el vocablo democracia para significar la república o politia […] , entiéndase que ésta no se ha realizado ni se ha de realizar en ninguna de las repúblicas o democracias modernasTodas las cuales no son sino una mezcla de la demagogia con la oligarquía de los bribones, presentan un tipo inestable y sedicioso, porque en ellas jamás se procura el bien común temporal […] y no piensan sino en la procuración de bienes económicos; no el común, porque el bien del individuo-gobernante prima sobre el bien del partido, el del partido sobre el bien de la nación, el de la nación sobre el bien de los derechos internacionales y sobre el bien divino de la Iglesia” (Padre Julio Meinvielle, “Concepción católica de la política”). (ver)
Agrega el filósofo italiano:
O también, para considerar el lado político de la guerra de los laicistas al cristianismo, la barbarie será la destrucción de Europa. Porque, muerto el cristianismo queda el multiculturalismo, que sostiene que cada uno de los grupos tiene derecho a su propia cultura. El relativismo, que piensa que cualquier cultura sea tan buena como cualquier otra. El pacifismo que niega que existe el mal.
Bien, don Marcello ya empieza a mostrar las uñas.
Obviamente el multicultutalismo es una maldición. ¿Qué es eso de cada cultura crea que puede subsistir? Cultura hay una sola y es la nuestra, la católica. Que ahora no podamos, como antes, matar a diestra y siniestra a los infieles no quiere decir que la cosa no sea así. Estamos en guerra. ¿Contra quienes? Muy fácil, contra todos los que no creen en Dios y están asquerosamente equivocados y no tienen derecho alguno a existir.
¿Desde cuando cualquier cultura es tan buena como otra? ¿Acaso debemos soportar que la cultura maya o inca, a la que exterminamos con todas nuestras fuerzas, puedan ser comparadas con la cultura occidental y cristiana?
Lo único que falta!
Tal vez la cultura pigmea o la cultura sioux tambien sean válidas, Dios santo. O los inuits (esquimales queda mal) o los mapuches, ja, ja. Pero, no. Hay que exterminarlos a todos.
Otra que pacifismo.
Nosotros sí sabemos como imponernos, nada de debilidades, al que hay que matar, lo matamos. Y si se da cuenta que le conviene estar con nosotros, lo canonizamos:
Sigue el filósoso con sus disparates:
“Esta guerra al cristianismo no sería tan peligrosa si los cristianos la advirtiesen. En cambio, muchos de ellos participan de esa incomprensión.
“Son aquellos teólogos frustrados por la supremacía intelectual de Benedicto XVI.
“Aquellos obispos dudosos que sostienen que entrar en compromisos con la modernidad es el mejor modo de actualizar el mensaje cristiano.
“Aquellos cardenales en crisis de fe que comienzan a insinuar que el celibato de los sacerdotes no es un dogma y que tal vez sería mejor volver a pensarlo.
“Aquellos intelectuales católicos apocados que piensan que existe una ‘cuestión femenina’ dentro de la Iglesia y un no resuelto problema entre cristianismo y sexualidad.
“Aquellas conferencias episcopales que equivocan el orden del día y, mientras auspician la política de las fronteras abiertas a todos, no tienen el coraje de denunciar las agresiones que los cristianos sufren y las humillaciones que son obligados a padecer por ser todos, indiscriminadamente, llevados al banco de los acusados.
“O también aquellos embajadores venidos del Este, que exhiben un ministro de exteriores homosexual mientras atacan al Papa sobre cada argumento ético.
“O aquellos nacidos en el Oeste, que piensan que el Occidente debe ser ‘laico’, es decir, anticristiano.
Tiene razón don Marcello.
Por suerte hay innumerables lugares donde se da batalla a tamañas perversiones. Por ejemplo:
- Panorama Católico Internacional
- Stat Veritas (no por el talco)
- Fraternidad sacerdotal San Pio X
- Si si no no
- Formación católica y patriótica
- Restauración católica
Como se puede apreciar, don Marcello Pera, no está solo en la lucha por la razón.
Puajjj
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